La bobina en el contexto de los automóviles es un componente crucial del sistema de encendido. Su función principal es transformar la baja tensión del sistema eléctrico del auto (normalmente 12 voltios) en la alta tensión necesaria para producir una chispa en las bujías y así encender la mezcla de aire y combustible dentro de los cilindros.
Físicamente, la bobina de encendido se asemeja a un pequeño cilindro metálico o una caja, a menudo ubicada cerca del motor. Internamente, consta de dos conjuntos de bobinas: una bobina primaria de pocas vueltas de alambre grueso y una bobina secundaria de muchas vueltas de alambre fino. Estas bobinas trabajan juntas para aumentar la tensión eléctrica.
Cuando el sistema de encendido se activa, la corriente fluye a través de la bobina primaria, creando un campo magnético. Al apagarse esta corriente, el campo magnético colapsa rápidamente, lo que induce un alto voltaje en la bobina secundaria. Este alto voltaje (puede ser superior a 20,000 voltios) es entonces enviado a través de un distribuidor (en sistemas de encendido más antiguos) o directamente a las bujías en sistemas más modernos, donde se genera la chispa necesaria para la combustión.
La bobina es vital para el funcionamiento eficiente del motor. Una bobina defectuosa puede causar problemas como arranque difícil, funcionamiento irregular del motor, pérdida de potencia y aumento del consumo de combustible. Además, una bobina en mal estado puede dañar otros componentes del sistema de encendido, como las bujías o el distribuidor.
En el contexto de las señales de tránsito, la bobina no tiene una relación directa. Sin embargo, el buen funcionamiento del sistema de encendido, en el que la bobina juega un papel fundamental, asegura que los vehículos funcionen correctamente y de manera segura en las vías, cumpliendo con las normativas de tránsito y evitando problemas mecánicos que podrían llevar a situaciones de riesgo en la carretera.