Se refiere a la capacidad máxima de un sistema vial o una carretera para permitir la circulación de vehículos antes de que se alcance un estado de congestión. En otras palabras, es la cantidad máxima de vehículos que pueden pasar por una carretera o una vía en un período de tiempo determinado sin que se produzcan obstrucciones significativas o retrasos en el tráfico. Cuando el flujo de saturación se alcanza, la velocidad de los vehículos disminuye y la eficiencia del tránsito se ve comprometida, lo que puede dar lugar a atascos de tráfico y tiempos de viaje más largos.
Para gestionar el flujo de saturación y mejorar la movilidad urbana, se emplean diversas estrategias, como la implementación de semáforos sincronizados, la construcción de carriles adicionales o la promoción del uso del transporte público. Comprender el concepto de flujo de saturación es fundamental para planificadores urbanos y autoridades de tránsito, ya que les permite tomar decisiones informadas sobre cómo diseñar y gestionar las infraestructuras viales para minimizar la congestión y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.