Se refiere a la parte de una vía pública diseñada y destinada para el tránsito de vehículos. Se caracteriza por ser una superficie sólida y uniforme, generalmente pavimentada con asfalto, hormigón o adoquines, que facilita la circulación segura y eficiente de automóviles, motocicletas, autobuses y otros medios de transporte motorizado.
La calzada suele estar claramente delimitada por líneas pintadas o elementos físicos, como bordillos o barreras, que la separan de las aceras, destinadas al tránsito de peatones, y de otros espacios como carriles bici o zonas ajardinadas. Estas líneas pintadas también pueden definir carriles dentro de la propia calzada, orientando y ordenando el flujo de tráfico según la dirección y el tipo de vehículo.
En muchas calzadas, se encuentran señalizaciones tanto horizontales como verticales. Las señales horizontales incluyen marcas de carriles, flechas de dirección, pasos de peatones y otras indicaciones sobre el uso específico de partes de la calzada. Las señales verticales, como semáforos, señales de stop, y señales de límite de velocidad, contribuyen a la regulación del tráfico y a la seguridad vial.
La calzada puede variar en número de carriles, dependiendo de la vía y de las necesidades de tráfico. En carreteras y autopistas, las calzadas suelen tener múltiples carriles para facilitar un flujo de tráfico más rápido y eficiente, mientras que en calles urbanas pueden tener un menor número de carriles. Además, en algunos casos, las calzadas pueden estar divididas en sentido de circulación, separando físicamente los vehículos que se dirigen en direcciones opuestas para evitar colisiones.
La importancia de la calzada en la educación vial radica en enseñar a los conductores y usuarios de la vía pública a utilizarla de manera correcta y segura, respetando las normas de tráfico, las señalizaciones y siendo conscientes de la presencia y derechos de otros usuarios, como peatones y ciclistas.