Una ciclocalle, en términos simples, es un concepto que combina dos palabras clave: «ciclo» y «calle». Se refiere a una infraestructura vial diseñada para promover una convivencia segura y eficiente entre los diferentes usuarios de la vía, como peatones, ciclistas y automovilistas. En una ciclocalle, se prioriza el espacio para las personas y la movilidad sostenible sobre el flujo vehicular, lo que significa que se reducen los límites de velocidad, se implementan señalizaciones claras y se fomenta el uso de la bicicleta y el transporte público. Estas calles suelen estar diseñadas de manera amigable para los peatones, con áreas verdes, bancos y otros elementos que invitan a la interacción social y al disfrute del entorno urbano.
Las ciclocalles son una respuesta a la necesidad de crear ciudades más habitables y sostenibles, reduciendo la congestión vehicular y promoviendo modos de transporte más limpios y saludables. Este concepto busca mejorar la calidad de vida en entornos urbanos al fomentar la movilidad activa y la coexistencia armoniosa entre los habitantes de la ciudad. En resumen, una ciclocalle es mucho más que una simple calle; es un espacio que refleja una visión de ciudad centrada en las personas y en la búsqueda de soluciones de movilidad que sean respetuosas con el medio ambiente y beneficiosas para la salud de sus residentes.