Las bujías son componentes esenciales en el sistema de ignición de los vehículos con motores de gasolina. Su principal función es generar la chispa eléctrica necesaria para encender la mezcla de aire y combustible en los cilindros del motor. Una bujía típica consta de un cuerpo metálico robusto, que también actúa como conductor de calor y ayuda a disipar el calor generado en la cámara de combustión. En un extremo de la bujía, se encuentra el electrodo central, hecho generalmente de cobre, níquel, iridio o platino, que es donde se produce la chispa eléctrica. Este electrodo se extiende hacia adentro desde el cuerpo de la bujía, pasando por un aislante cerámico que lo protege y evita fugas de corriente.
El otro extremo de la bujía se conecta al sistema de ignición del vehículo, ya sea a través de un cable de bujía o directamente a una bobina de encendido en sistemas más modernos. En la parte inferior, cerca del electrodo central, se encuentra el electrodo de masa, que generalmente está doblado hacia el electrodo central sin tocarlo, dejando un pequeño espacio conocido como «brecha de la bujía» o «distancia entre electrodos». Es en esta brecha donde ocurre la chispa que enciende la mezcla de combustible y aire.
Las bujías deben mantenerse en buen estado para asegurar un rendimiento óptimo del motor. Unas bujías desgastadas o sucias pueden causar problemas como arranques difíciles, funcionamiento irregular del motor, aumento del consumo de combustible y emisiones elevadas de gases contaminantes. Por lo tanto, es importante revisarlas periódicamente y reemplazarlas según las recomendaciones del fabricante del vehículo. Además, la elección del tipo adecuado de bujía es crucial para el tipo de motor y las condiciones de uso del vehículo, ya que diferentes motores requieren diferentes tipos de bujías.